lunes, 24 de agosto de 2015

APETECER

Había perdido la cuenta de cuándo había conjugado por última vez el verbo apetecer. No podía quejarse. Su vida era plena, con un buen trabajo, un matrimonio feliz y dos hijos estupendos. Por supuesto había conocido algún que otro sinsabor, pero nunca había sido arrastrada por la furia de un disgusto, por un atisbo de locura y ni siquiera por una pizca de pasión que le infundiese algún que otro quebradero de cabeza. Nada de eso. Hasta su canario que estaba todo el día en la jaula siempre cantaba con alegría. Algo se apoderó de ella cuando se abalanzó a la jaula y la tiró al suelo. Pataleó y pataleó con la rabia de un niño pequeño hasta que se cansó. Aún así, el canario continuó con su canto. Ella, seguía con su tono uniforme de apatía.

lunes, 17 de agosto de 2015

COINCIDENCIAS


Siempre tuvo una gran vida social. Había sido economista y supo invertir en dinero, conocimiento y tiempo. 

Su ámbito familiar y su comunidad de vecinos completaban su centro. No había salido de su pueblo y nunca sintió la necesidad de irse. Al contrario que su compañero carecía de estudios, pero estaba doctorado en sabiduría popular. Como si de un matrimonio se tratase ahora estaban juntos en la enfermedad. Compartían habitación de hospital. Se daban los buenos días, las buenas noches y, en ocasiones, hablaban de cosas banales. No parecía que tuviesen mucho más que decirse, al menos verbalmente, porque la agonía tajante de sus dolencias cardíacas les unía en una competición para ver quién tenía más oportunidades de agarrarse a la esperanza.

lunes, 10 de agosto de 2015

VENECIA


Desde que sentía los primeros rayos del sol, abría inmediatamente la ventana. Allí estaba el tiempo que fuese esperándole. Para los turistas todas las góndolas eran iguales. Para ella no. Podía distinguir la de su amado entre un millón. 

Esperó, esperó hasta que le vio venir. Como cada día él se quitó el sombrero a modo de saludo y ella le hizo la fotografía de rigor. Su amor platónico circulaba por las turbias aguas del Gran Canal porque así era Venecia: una ciudad de extremos y de pasiones donde a las aguas revueltas se suman las más cristalinas y mansas.

lunes, 3 de agosto de 2015

EL DISFRAZ


Le habían planificado el destino, pero no contaban con que ella se saldría del camino. Mañana no iría a esa cita concertada en la que su padre la ofrecía en matrimonio con un hombre cincuenta años mayor que ella. Había leído muchas historias donde la supervivencia de la mujer se basaba en disfrazarse de hombre. Sí. Sería un hombre y tendría muchas ventajas como su padre y su hermano que tenían derecho a todo. Se iría por la noche, cuando todos durmiesen. Caminaría hasta llegar a la capital. Allí buscaría a Aisha, la "pantera de Oriente", la bailarina más aclamada del país. Tendría un nombre propio y contonearía las caderas al ritmo de la libertad.

lunes, 13 de julio de 2015

LA GAVIOTA


Llegué a tu tierra pero sin ti. Partiste al paraíso y me quedé aquí, pero tenía que conocer el lugar que te vio nacer.

Desde el primer día me acompaña una gaviota que se posa en frente de mi ventana. Mientras el resto de sus compañeras sobrevuelan la ciudad ella mira siempre al mar. Puede pasarse horas y horas así. Igual que yo que no puedo dejar de mirarla.

Hoy es mi último día aquí. He mirado a la ventana y la he visto, pero esta vez se ha girado y me mira fijamente. En sus ojos puedo ver tu triste canción de despedida.

lunes, 6 de julio de 2015

LA FUNCIÓN


Se abre el telón y comienza la función. Nunca había visto una obra de teatro hasta que empezó a trabajar como azafata. Al principio su mayor motivación era conocer al elenco y, si los actores eran conocidos, sacarse una foto con ellos. Luego, durante la representación se dejaba envolver por el valor de la pausa y la autenticidad del gesto. Las diferentes modalidades de tono la seducían tanto como la humanidad, la pasión y la verdad del diálogo. Lástima que el telón cayese siempre tan pronto. Se daba cuenta que se había pasado la vida durmiendo y temía despertar.


martes, 30 de junio de 2015

RECUERDOS


Es la única niña que no puede permanecer sentada en el micro. Cuando llega a la parada le da el beso de rigor a su madre y le mete prisa para caminar. Presa de la ansiedad, dobla la esquina donde le espera su amigo canino. Nunca recuerda su nombre aunque su dueña se lo repite a diario. Le acaricia, juega con él y, como ya es costumbre, su madre le saca una foto. Hoy, treinta años después y con la fotografía en sus manos, le viene de golpe parte de su infancia donde detrás de las rutinas diarias siempre había alicientes para continuar.