COINCIDENCIAS
Siempre tuvo una gran vida social. Había sido economista y supo invertir en dinero, conocimiento y tiempo.
Su ámbito familiar y su comunidad de vecinos completaban su centro. No había salido de su pueblo y nunca sintió la necesidad de irse. Al contrario que su compañero carecía de estudios, pero estaba doctorado en sabiduría popular. Como si de un matrimonio se tratase ahora estaban juntos en la enfermedad. Compartían habitación de hospital. Se daban los buenos días, las buenas noches y, en ocasiones, hablaban de cosas banales. No parecía que tuviesen mucho más que decirse, al menos verbalmente, porque la agonía tajante de sus dolencias cardíacas les unía en una competición para ver quién tenía más oportunidades de agarrarse a la esperanza.
Cuanta soledad en esos mundos...
ResponderEliminarQuizá nos iremos adaptando, a medida que vayamos llegando... quién sabe...
Armando Magec
¡Cómo da vuelcos, quizás tumbos, la propia vida! El caso es compartir con alguien el tiempo, los instantes... la esperanza. Precioso relato Patricia.
ResponderEliminarSoledad y mientras tanto la vida se nos escurre. Y por supuesto Inma, que la esperanza no falte.
ResponderEliminarSoledad y mientras tanto la vida se nos escurre. Y por supuesto Inma, que la esperanza no falte.
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