viernes, 1 de mayo de 2015

CAFÉ HUMEANTE


No podía vivir sin el olor del café humeante. El médico le había ordenado tajantemente que redujera su consumo, pero ella seguía yendo a tomarlo cada día en la cafetería que estaba en frente de su casa. A veces se permitía un pequeño desliz y lo acompañaba de alguna tarta. Tarta de queso, tarta de tres chocolates, tarta de fresas, qué más daba, todas las tartas estaban deliciosas. Hubo un momento en el que no podía faltar el periódico de rigor, pero la lectura de las trágicas noticias mataba el sabor de la merienda. Siempre cogía el mismo asiento y siempre en el interior de la cafetería. No le importaba que la cafetería estuviese a rebosar, es más, prefería que estuviese así. Le daba sensación de estar arropada. Y si encima venían niños mejor que mejor. Disfrutaba con su algarabía y siempre que podía les invitaba a un pastelito. 

Uno de los camareros, llevado por la curiosidad, quiso saber por qué a pesar de que debía reducir el café ella seguía tomándolo. Con firmeza y cariño respondió:

-Es la única bebida que me hace sentir el calor de hogar que tanto extraño-dijo con los ojos empañados y dando su último sorbo a la taza de café.

1 comentario:

  1. Humeante.... como la vida misma, que a veces dispara con balas de olvido y desesperación.
    Felicidades

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