miércoles, 29 de abril de 2015

KARMA


Su único entretenimiento era mirar los premios que estaban encima de la mesa. Estaban llenos de polvo y posaban quietos y mudos, haciéndole recordar  que antaño había sido un personaje ilustre. Si se tratase de un premio al mejor padre seguramente no lo ganaría. Bastante hacían sus hijos por él después de que les abandonase siendo unos niños para dedicarse por completo a su secretaria. Ellos se habían enterado hacía cuatro años por una vecina que su padre había sido abandonado por el amor de su vida. Cuando le vieron estaba sucio y en un estado deplorable, nada que ver con el señor enchaquetado que veían de vez en cuando en la tele con motivo de la presentación de sus libros. Cada día venía un hijo a echarle un vistazo y a llenarle la despensa. Jamás oyó un reproche por parte de ellos, pero tampoco un diálogo fluido. Apenas estaban diez minutos con él, pero no se quejaba. Era más de lo que merecía. Si sus cuatro hijos eran algo en la vida desde luego no era por él.

Se cansó de tanto premio con fecha de caducidad y se asomó a la ventana que daba a un parque siempre con bullicio. Como cada día estaba lleno de padres que jugaban con sus hijos. Como cada día que pasaba sabía que no valía de nada lamentarse. Como cada día lloró por la familia que abandonó. Como cada día pensó que su única liberación era la muerte.

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