jueves, 23 de abril de 2015

AÑORANZA


Desde la noche anterior no había pisado su casa. Le había salido un nuevo trabajo y ahora estaba los fines de semana como interna cuidando a Don Manuel. Llegó al piso y se tumbó en el sillón sin ganas de nada. Dentro de tres horas salía de nuevo. En esta ocasión iba a la casa de Doña Beatriz, la primera persona que le dio trabajo y que era como su segunda madre en España. No podía decir lo mismo de otras personas para las que trabajaba. Algunas la trataban como a una simple chacha sin derechos. Doña Beatriz siempre tenía la gentileza de prepararle un café. Sin embargo, en otras sitios la veían sudar y ni siquiera le ofrecían un vaso de agua.

Como cada día lloró al recordar a sus hijitas. No había día en el que no mirase el reloj para saber la hora que sería en Bolivia y pensar en lo que sus hijas estarían haciendo en ese momento. En los dieciséis años que llevaba en España solo había podido ir a verlas una vez. A veces veía tan lejos el momento en el que sus hijas pudiesen vivir con ella. Otras pensaba que estaba dando pequeños pasos. Por ejemplo, era la primera vez que vivía sola, ya que hasta ahora siempre había compartido piso; ahora podía pagarle a una de sus hijas la carrera de Medicina y su situación estaba regularizada. La alarma del móvil interrumpió sus pensamientos. Se levantó rápidamente del sofá, se acicaló y salió a trabajar con el pensamiento de que esos pequeños pasos se convertirían en kilómetros recorridos.

2 comentarios:

  1. Continúa dando pasos. Estaré ahí para verlos

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    1. Muchas gracias cariño por estar ahí siempre apoyándome en mis sueños.

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